Puede que alguien cercano le aconsejara que no se dejara mucho ver, debido precisamente a la faceta que más nos gusta de nuestra presidenta: sus libres decisiones como mujer del siglo XXI para optar por tener un hijo por fecundación “científica”, algo que rechaza la iglesia de Benedicto XVI; por casarse con un divorciado, cuestión altamente confesable y, finalmente, casarse por lo civil eligiendo de oficiante a un concejal. Y no a un Cardenal o a un cura, al fin y al cabo.
Mientras damos nuestro firme apoyo a nuestra presidenta por estas decisiones adoptadas desde su libre albedrío, entendemos también las dificultades para superar estas contradicciones en el seno de su partido y de la Iglesia. Leamos titulares, lo que ha manifestado Cospedal estos días, en sus escapadas desde la playa: “Cospedal critica la intolerancia sin límites de la marcha laica”, “Cospedal exige la dimisión fulminante de la delegada del gobierno en Madrid”.
Otra pregunta: ¿no debería ella estar en la marcha laica de haber sido consecuente con esos actos que respetamos y aplaudimos y que marcan decisiones trascendentales de su vida personal?
Menos mal que el a veces fundamentalista consejero portavoz de su gobierno, Leandro Esteban, ha dicho en Toledo que es “magnífico que alguien diga claramente lo que opina y lo haga en público” y es “bueno” que quién no esté de acuerdo “lo respete”.
Pues eso, gracias don Leandro por este gesto de comprensión.
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